El banquete gira en torno al amor. Un grupo de amigos, entre ellos Sócrates, se sientan a elogiar al Dios Eros.
Fedro empieza afirmando que el Amor es el Dios más antiguo de todos.
Pausanias a su vez opina que hay dos tipos de amor: el espiritual y el vulgar.
Erixímaco, como buen médico aporta su visión científica, opina que el amor pertenece a todos los seres y convive al igual que el odio, dichas combinaciones y equilibrios hacen que los seres estén enfermos o sanos.
Aristófanes, el poeta irónico nos narra que al principio había tres sexos: los hombres, las mujeres y los andróginos (mujeres y hombres a la vez). Éstos eran esféricos y tenian 8 extremidades y cuatro orejas… Los dioses les partieron en dos, condenándolos a buscarse siempre. Los que venían de seres andróginos son heterosexuales y homosexuales aquellos que venían de los hombres o mujeres.
Agatón opina que el amor por definición debe ser bello, a lo que Sócrates le replica que algo que busca la belleza y la bondad no puede ser ambas cosas y le explica aquello que Diotima le enseñó. Un bello discurso sobre que el amor aspira a la imortalidad, tanto mortal, con reproducción de los seres y la espiritual, la búsqueda de la contemplación de la belleza y la creación de las ideas, que de por sí son inmortales.
Llega al fin Alcibíades para elogiar no la figura del Amor, sino la de Sócrates (como portavoz de la verdad), a quién propuso relaciones sexuales sin éxito.
Es difícil aceptar, cuando soy admirador de su cultura, ciertas costumbres de los antiguos griegos como la de la pederastia, impensable de aprobar hoy en día como cuestión sumamente asquerosa, y cómo, parte de sus discursos, se fundamentan en esta despreciable actitud. Pero no debe quitarnos el trasfondo filosófico del amor platónico ni maravillarnos de sus hermosos discursos llenos de imágenes y hermosas historias.
